Pericles, el primer ciudadano - Olga Romay Pereira
Isla de Traiga, Costa Jonia, primer año de la 85ª olimpiada ( año 440 A.C.)
Sobre la popa del trirreme, encaramado en su silla de trierarca —aunque más que una silla aquello era un trono—, desde el cual gobernaba no sólo el trirreme, sino toda la flota, parecía más imponente de lo que nunca le llegué a ver en Atenas.
Nunca se ponía su casco, salvo para entrar en combate, y ahora lo tenía en una mano, lo cual era el mejor indicio de que la batalla iba a comenzar. Su yelmo, honor de los estrategas y del cual sólo había otros dos que se igualasen en la flota, tenía una cresta púrpura que le imprimía tal solemnidad, que los hombres de la flota se volvían una vez que él había pasado para contemplarlo.
La clámide, más propia de un caballero que de un marino, estaba medio oculta con una elaborada coraza de bronce. La coraza tenía un sobre faldón que ocultaba el bajo vientre, y por debajo colgaba la tela que se alargaba todavía un poco más y dejaba ver casi al completo las pantorrillas y el resto de las piernas. Estas eran muy musculosas y aportaban a su figura esa marcialidad de la que carecía cuando vestía el himatión con el que acudía a la Asamblea y que le daba ese aire entre solemne y dramático que requería el gobierno de Atenas.
https://drive.google.com/file/d/1aaAW3yjd1mKT7xJ1jwTxttrGXFfantgr/view?usp=drive_link
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