El Partido Bolchevique Pierre Broue
Los diez años transcurridos desde la publicación de la edición francesa de este trabajo no parecen haber desvirtuado sus conclusiones ni el método seguido en su elaboración. Permítasenos incluso afirmar lo contrario. La historia del partido comunista (bolchevique) de la Unión Soviética constituye sin lugar a dudas uno de los datos clave para la comprensión del mundo contemporáneo pero muchas de las explicaciones ofrecidas a este respecto desde hace medio siglo chocan contra una serie de puertas cerradas a piedra y lodo, y ello cuando no se pierden en los tortuosos laberintos de la razón de estado, caminos estos igualmente cerrados por barreras no menos infranqueables.
El pasado debe servirnos para comprender e interpretar el presente y esta convicción es la que nos ha sugerido la necesidad de lleva a cabo un balance para nuestros lectores españoles con ocasión de esta nuestra primera edición de El Partido Bolchevique en lengua castellana.
Los acontecimientos que, desde hace diez años han venido desarrollándose en la Unión Soviética y en los demás países del Este, constituyen una especie reveladora de la validez de los análisis que con anterioridad han sido llevados a cabo a su respecto. El estallido a plena luz del día del conflicto entre los partidos comunistas de China y Rusia, las consecuencias de lo que en China ha dado en llamarse la ”revolución cultural”, las polémicas e incluso las crisis que se producen en el seno de los partidos comunistas de todo el mundo grandes o pequeños, legales o clandestinos, ya ocupen el poder o se encuentren en la oposición, resultaban hasta cierto punto previsibles para todo aquel que en su análisis histórico hubiese empleado un método científico. Probablemente el lector de la primera edición de nuestra obra no se habrá visto sorprendido ni por la crisis interna del partido comunista checo, y su decisión de enero de 1968 de inaugurar una etapa de reformas en profundidad ni por el movimiento de los estudiantes, los obreros y los intelectuales, que se lanzaban a la brecha abierta desde la cúspide del partido, ni tampoco por la intervención armada del 21 de agosto de 1968 que sancionó, en contra de la manifiesta voluntad del pueblo, la vuelta a un cierto orden que en honor de la ocasión recibió el apelativo de ”normalización”. Igualmente previsible era la espontánea revuelta de los obreros de los astilleros de Gdansk y de Szczecin en diciembre de 1970, y el papel asumido en ella por los comités de huelga transformados en verdaderos soviets que trataron de igual a igual a los organismos oficiales del partido y el Estado. Y es que el conocimiento y la comprensión de los mecanismos de la historia pretérita iluminan las fuerzas que se enfrentan hoy, pone de relieve la continuidad o bien la resurrección de unas tradiciones profundas o de unas corrientes reprimidas durante largos años, disimuladas tal vez por la utilización de un mismo léxico o por las continuas referencias a una ideología común al menos en lo que a los principios se refiere.
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